REFLEXIONES



NO TE CANSES DE SEMBRAR


Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. Sal 126:6.


Sembrar es un acto de entrega, porque tú renuncias a una semilla buena, seleccionas el mejor grano, te desprendes de él, no lo guardas para ti, lo inviertes. Sembrar es un acto que envuelve dolor y lágrimas, trabajo y acción. Es preciso andar -afirma el salmista-, y llorar.
La alegría y el júbilo vienen después, con los frutos. Es posible, incluso, que tú nunca los veas, pero alguien disfrutará de ellos.
El sueño de mi padre era dar la vuelta al mundo, viajar, conocer otros países, otras personas y culturas. Cuando yo era pequeño, lo vi estudiando inglés, porque, según él "quien habla inglés, habla todas las lenguas del mundo, porque el inglés es universal".
Mi padre murió sin haber salido nunca de su país. Se fue consumiendo como una vela, lentamente, sembrando sus sueños en el corazón de los hijos.
Sembró. Plantó. Enseñó a sus hijos a mirar hacia arriba y a soñar. Hoy descansa en Cristo. No sabe nada de lo que sucede debajo del sol, pero si pudiera ver, con certeza se alegraría viendo a uno de sus hijos de país en país, de cultura en cultura, en el cumplimiento de su misión. Con seguridad, "sus gavillas" son abundantes.
No tengas miedo de sembrar. Gástate. Consúmete, cumple la misión.
Es posible que nadie te comprenda. Es posible que el resultado inmediato sea solo cansancio, sudor y lágrimas, pero continúa sembrando.
Mira al corazón de tus amados y planta esperanza y confianza en Dios.
Enseña valores y principios de vida, a pesar de que a veces tengas la impresión de estar nadando contra la corriente.
Habrá vientos contrarios. Surgirán tormentas. Encontrarás terreno duro, espinoso y pedregoso. Muchas veces, sentirás que estás sembrando en vano, pero continúa, porque sembrar da sentido a la vida, y una vida sin sentido es una vida sin alegría. Recuerda: "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas".









TODO TIENE UN PROPÓSITO 


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Hace mucho tiempo, en un reino distante, un monarca no creía en la bondad de Dios. Tenía, sin embargo, un súbdito que siempre le recordaba acerca de esa verdad. En todas las situaciones decía:  ¡Rey mío, no se desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto. El nunca se equivoca! 

Un día el rey salió a cazar junto con su súbdito, y una fiera de la jungla le atacó. El súbdito consiguió matar al animal, pero no evitó que Su Majestad perdiese el dedo meñique de la mano derecha. El rey, furioso por lo que había ocurrido, y sin mostrar agradecimiento por los esfuerzos de su siervo para salvarle la vida, le preguntó a este:  Y ahora, ¿qué me dices? ¿Dios es bueno? Si Dios fuese bueno yo no hubiera sido atacado, y no hubiera perdido mi dedo.


El siervo respondió: Rey mío, a pesar de todas esas cosas, solamente puedo decirle que Dios es bueno, y que quizás eso, perder un dedo, sea para su bien. Todo lo que Dios hace es perfecto. ¡Él nunca se equivoca! 


El rey, indignado con la respuesta del súbdito, mandó que fuese preso a la celda más oscura y más fétida del calabozo. 



Después de algún tiempo, el rey salió nuevamente para cazar, y fue atacado, esta vez, por una tribu de indios que vivían en la selva. Estos indios eran temidos por todos, pues se sabía que hacían sacrificios humanos para sus dioses. 

Inmediatamente después que capturaron al rey, comenzaron a preparar, llenos de júbilo, el ritual del sacrificio. Cuando ya tenían todo listo, y el rey estaba delante del altar, el sacerdote indígena, al examinar a la víctima, observó furioso: 

¡Este hombre no puede ser sacrificado, pues es defectuoso! ¡Le falta un dedo! 

Luego, el rey fue liberado. Al volver al palacio, muy alegre y aliviado, liberó a su súbdito y pidió que fuera a su presencia. Al ver a su siervo, le abrazó afectuosamente diciendo: 

¡Querido siervo, Dios fue realmente bueno conmigo! Tú debes haberte enterado que escapé justamente porque no tenía uno de mis dedos. 


Pero ahora tengo una gran duda en mi corazón: si Dios es tan bueno, ¿por qué permitió que estuvieses preso, que tanto lo defendiste? El siervo sonrió, y dijo: 

Rey mío, si yo hubiera estado junto con usted en esa caza, seguramente habría sido sacrificado en su lugar, ¡ya que no me falta ningún dedo! Por lo tanto, acuérdese siempre: ¡todo lo que Dios hace es perfecto, él nunca se equivoca! 
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